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martes, 12 de septiembre de 2017

NICHOLAS NIXON

Fundación MAPFRE
Sala Bárbara de Braganza
C/ Bárbara de Braganza, 13  MADRID
Del 14 de Septiembre de 2017 al 7 de Enero de 2018


Cuando uno piensa en Nicholas Nixon un pequeño resorte salta en nuestro cerebro que lo asocia inmediatamente a las hermanas Brown, esas cuatro mujeres a las que el autor ha estado fotografiando durante más de cuarenta años. Y es que las casualidades de la vida a veces pueden llevarnos a grandes logros cuando el empeño, la tenacidad y el saber hacer toman el remplazo de lo que empezó de una forma inocente.

En 1974, Nicholas Nixon estaba visitando a la familia de su mujer y en un momento determinado hizo un retrato de ésta con sus hermanas. No le gustó el resultado y descartó el negativo. Al año siguiente, en Julio de 1975 hizo una que le pareció lo suficientemente interesante como para conservarla. El verano siguiente Laurie Brown, que por entonces tenía 21 años, se graduó en la universidad y Nixon hizo otra foto. Esta vez les pidió que se colocaran en el mismo orden en que lo habían hecho el año anterior es decir que de izquierda a derecha aparecerían, Heather, Mimi, Bebe, la esposa del fotógrafo, y Laurie. Así lo hicieron y así lo han venido haciendo desde entonces por mutuo acuerdo. Esa fue una de las pocas condiciones que se fijaron para la realización de esta serie. Otra de las cosas que acordaron conjuntamente fue que se tomaría una sola imagen para representar cada año y por último está el hecho de que cada una de estas imágenes ha sido realizada con una cámara de gran formato 8x10 situada sobre un trípode y con película en blanco y negro.



Presuntamente la serie se dio por finalizada en el año 2014, pero la realidad es que el ritual se sigue llevando a cabo y eso nos ha permitido a los espectadores asistir a una de las investigaciones más interesantes y convincentes realizadas por la fotografía contemporánea sobre el retrato y el paso del tiempo. Las fotografías realizadas por Nixon, que emanan un cierto aire de álbum familiar, desconciertan y fascinan al mismo tiempo al estar a medio camino entre la objetividad documental y la intimidad emocional. Cada fotografía va tomando cuerpo en sí misma pero todo su sentido lo alcanza al unirse a las demás y es dentro de la serie donde adquiere toda su fuerza.
                                                                              
Esta serie fue la primera adquisición que inició la colección de fotografía de la Fundación MAPFRE en 2009. También forma parte de importantes colecciones como la del MoMA de Nueva York, La National Gallery of Art de Washington, o la fundación A de Bruselas.



Pero la serie de las hermanas Brown presentada completa en la exposición es solo una pequeña parte del recorrido ya que en la muestra podremos ver sus trabajos iniciales realizados en los años 70 cuando aún era un joven estudiante de fotografía en los alrededores de la ciudad de Alburquerque, espacios nuevos en la frontera entre la ciudad y el desierto. Estas imágenes fueron tomadas con una cámara de 4x5 pulgadas, que más tarde coincidiendo con su traslado a Boston remplazó por la de 8x10 que se  convertiría en su herramienta definitiva.

Las vistas de Boston y Nueva York forman parte de la primera serie desarrollada por Nixon entre los años 1974 y 1975. El choque con estas ciudades, ordenadas y caóticas al mismo tiempo le permite desarrollar las cualidades que estaba experimentando con su cámara. La serie formó parte de una de las exposiciones más influyentes de la historia de la fotografía organizada en 1975 por la George Eastman House, en la que el comisario William Jenkins reunió en ella a Robert Adams, Lewis Baltz, Bernd y Hilla Becher, Joe Deal, Frank Gohlke, Stephen Shore, Henry Wessel, John Schott y al propio Nicholas Nixon. En “New Topographics: Photographs of a Man-altered Landscape” los autores optaron por una visión árida, fría y desapasionada que rompiese con los cánones de belleza y composición de la fotografía tradicional.





A partir de 1977 Nixon se centra principalmente en el retrato, y comienza a fotografiar a la gente de los márgenes del río Charles, cerca de Boston y de otros barrios pobres del sur, de Florida o Kentucky. Las fotografías se sitúan en la ribera del río, en las playas y sobre todo en los porches  de las casas, convirtiendo estos lugares en un espacio de transición entre lo público y lo privado. Llama sobre todo la atención en esta serie, que se prolongaría hasta 1982, la naturalidad de las imágenes pues a pesar de estar realizadas con una cámara de gran formato da la impresión de que ésta pasara desapercibida, de modo que no pierden la frescura ni la espontaneidad a pesar de lo complejo del proceso.

En los retratos de Nixon, tanto en los realizados a los ancianos alojados en residencias que visitaba como voluntario, como los que hizo a su familia, o a los enfermos de SIDA en los años 80, se aprecia siempre una cercanía del autor hacia aquellos que está fotografiando. Nixon ofrece siempre una crónica honesta y real de la vida de todos ellos a través de su cámara. 




En el año 2000 da comienzo a un nuevo trabajo y lo hace no ya en series cerradas, sino que vuelve una y otra vez sobre sus principales obsesiones. En Parejas no prepara las escenas, sino que participa de ellas, y cuando ha creado un clima de confianza, la fotografía surge sola, él solo tiene que disparar. El desnudo en fotografía ha estado tradicionalmente asociado más con el sexo que con el retrato sin embargo las fotografías de Nixon transmiten pasión, gozo e intimidad, al mostrar de una forma casi abstracta la intensidad tanto física como emocional que hay en una relación.


En las imágenes que cierran la exposición “La Casa”, Nixon al fotografiar pequeños detalles de su hogar no busca ninguna función relevante, simplemente se recrea en el puro placer, en la magia de la fotografía que evoca momentos que nunca se repetirán.

Todas las fotografías de la exposición son imágenes originales realizadas en gelatina de plata, buena parte de ellas por contacto, lo que no sitúa ante una muestra de una calidad exquisita. La muestra está acompañada por un estupendo catálogo que cuenta con un texto de Sebastián Smee, crítico de arte y ganador de un premio Pulitzer, de su comisario Carlos Gollonet, conservador de fotografía de Fundación MAPFRE y tiene además una extensa entrevista con el artista.

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